Demasiado personal by Shannon Mckenna

Demasiado personal by Shannon Mckenna

autor:Shannon Mckenna
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
publicado: 2022-05-24T12:22:32+00:00


Ava se despertó sobresaltada. Ahogó el grito de horror justo a tiempo. El corazón le latía a toda velocidad y su cuerpo temblaba violentamente.

Zack se rebulló y la estrechó contra su cuerpo.

–Ava, ¿te encuentras bien?

Ella se zafó y se sentó sobre la cama. Dejó que el cabello le ocultara el rostro y trató de tomar aire sin armar mucho ruido. No quería que él se alarmara ni que le viera el rostro.

–Sí –dijo a duras penas.

Sin embargo, Zack no iba a dejarse convencer tan fácilmente. Se levantó y le colocó la mano sobre la espalda.

–¿Estás segura? No me lo parece. ¿Has tenido una pesadilla?

Ava se apartó de él. Aún estaba temblando.

–He dicho que estoy bien.

Se levantó de la cama y se dirigió rápidamente al cuarto de baño tratando de contener las lágrimas.

Incluso aquella noche, después de disfrutar del sexo más espectacular que hubiera imaginado nunca y con el hombre que siempre había deseado, se encontraba de nuevo en su oscuro hoyo de siempre. Había sido infantil pensar que la magia de aquella noche arreglara de repente todos sus problemas.

Se recogió el cabello y abrió el grifo de la ducha. Se metió bajo el agua. Resultaba mucho más fácil llorar si ya se tenía el rostro mojado. No sabía qué hacer con Zack. No podía manejarlo a él y a su hoyo de siempre al mismo tiempo. Se desintegraría por la presión.

Era como si estuvieran tratando de correr más que sus miedos. Y sí, así era. Sin embargo, al final, estos siempre la alcanzaban.

Esperó que sus sentimientos desaparecieran si se centraba por completo en otra cosa. En lo que fuera. A veces funcionaba. Al menos durante un rato.

Aquel día no tuvo suerte.

Se aplicó un poco de corrector en las ojeras. Estaba muy pálida, pero los labios estaban rojos y algo hinchados por las horas que habían pasado entre frenéticos besos. Solo pensarlo despertaba en ella anhelos de esos momentos y la animaba a apretar las piernas.

«Basta ya. Hazlo. Tienes que hacerlo».

Se puso los pendientes y el albornoz y salió del cuarto de baño.

Zack estaba sentado en la cama, esperándola. La mirada de Ava se cruzó con la de él durante un instante, pero la apartó inmediatamente, como si hubiera tocado una corriente eléctrica.

Se puso a preparar la ropa que se iba a poner aquel día.

–Ava –dijo él–. Por favor, dímelo. ¿Qué ha pasado? ¿Qué he hecho?

–En realidad, nada –respondió ella. Zack era maravilloso, por eso aquella situación era tan horrible. E injusta. Era una pena que no pudiera disfrutar de aquello como debería.

Zack la miró mientras ella se ponía las bragas y el sujetador.

–Tonterías. Dímelo. Por favor.

Ava se sentó en la otra cama para ponerse los pantys.

–De verdad. No es nada. Solo es el momento del día, que me siento muy baja. No me gusta madrugar.

–No te pongas la ropa todavía –le dijo él–. Es muy temprano. Yo podría hacerte olvidar qué hora del día es si me dieras la oportunidad. Es un desafío que estoy dispuesta a afrontar.

Ava terminó de subirse las medias y se puso la blusa.



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